Indiferencia


Soy compleja. Lo asumo. No con mucho orgullo. Sin embargo con mucho orgullo en saberlo. Son pocas las personas que lidian bien con si mismas.


Sé lo que no me gusta. Sé lo que me gusta. Sé cuándo estoy bien y cuando no lo estoy. Y no siempre son las hormonas que me ponen de malas.


Hace un buen rato, recordaba a algo que me sucedió 17 años a trás. No sé el por qué de recordarlo ahora, pero sí, me ponía verdaderamente de malas… no. De pésimo humor.


17 AÑOS.


El cerebro es algo tan complexo(el mío especialmente) que llega al punto de ser increíble.


Siempre que estoy en una fase más sencilla, a mi me parece que me quedo más vulnerable a cosas idiotas. Estas cosas idiotas, en estas épocas, se convierten en algo tan especial que por veces me pregunto cómo pude ignorarlas.


Y es entonces que en raros momentos de lucidez, como este ahora es que “exorcizo” a todo.


No debería darle valor más de lo que tiene. Es por eso que he decidido hablar sobre eso ahora y nunca más.



(No tan)Querida “Sra. Cosa”:


No importa lo que haga. No importa lo cuanto se esfuerce para hacer con que (re)viva “cosas” de mi pasado. No importa que quiera hacer con que me ponga de malas(de nuevo) o con miedo(de nuevo). No importa nada de lo intente hacer por ts voluntad propia.


Le informo que en el final, lo único que importa es lo que decido yo. Y por la razón, todo debe quedarse en sus lugares. Pasado en el pasado.


La vida sí es una sucesión de malentendidos. Y también la prueba de que algunos equívocos merecen la pena.



Y ya.

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